Una Universidad sin su gente es solo un espacio sin vida. En los últimos años, la Universidad Simón Bolívar ha sufrido los golpes de un presupuesto insuficiente y de un abandono recurrente. Su infraestructura se cae a pedazos, víctima de la crisis económica y de la deserción de sus recursos humanos. Pero entre todo el caos, los estudiantes han decidido no rendirse. Han tenido la iniciativa, de ayudar con sus propias manos a levantar a la Simón Bolívar. Prestar sus hombros de apoyo para que la universidad pueda mantener su camino de la excelencia.
A través de iniciativas estudiantiles, se lleva a cabo una ardua tarea de recuperación, una de estas es Una mano por la Simón.
Una mano por la Simón y sus inicios
La llegada de la pandemia empeoró los problemas ya existentes y, el campus de la USB quedó, ahora sí, en completa soledad. La naturaleza seguía su rumbo y, en poco tiempo, plantas y arbustos indeseados se apoderaron de los ya deteriorados espacios.
A finales del año 2020, a través de grupos de Whatsapp y redes sociales circularon fotografías del campus. Por esa razón la comunidad universitaria pudo notar, no con poca tristeza, la deplorable situación. Y entonces varios estudiantes tomaron la decisión de hacer algo.
“Simplemente no quería aceptar que las cosas no pudieran cambiarse y que todos siguiéramos indiferentes ante la situación”. Me comentaba Karla Escobar, una de las estudiantes que comenzó con este proyecto.
Poco tiempo después de las fotografías, un grupo de estudiantes se reunió a idear un plan de acción. En marzo de 2021 conversaron con la Dirección de Planta Física y con la Secretaría de Servicios de la Federación Centro de Estudiantes.
Dos semanas después tuvieron su primera jornada de limpieza, en el rectorado.
Y así nació “Una mano por la Simón”, un proyecto social enfocado en la recuperación de los espacios de la Universidad Simón Bolívar mediante el apoyo de voluntarios. Con la meta, además, de concientizar a toda la comunidad USBista en general y fortalecer el sentido de pertenencia hacia su casa de estudio.
“Realmente queremos que esto motive aún más a la comunidad. Demostrar que la USB no va a rendirse ante ninguna adversidad” Comenta Daniel Rangel, otro estudiante precursor de la idea.
Logros y adversidades
Los primeros retos encontrados fueron los de planear la logística. Temas como el transporte, la organización y planeación de las metas semanales, al igual que asegurar a los voluntarios una grata experiencia. Obstáculos que fueron superándose con el pasar de los días.
Desde el inicio de las jornadas, hasta la fecha actual, se ha trabajado en más del 40% de los espacios de la universidad. Debido a eso lograron restaurar la belleza característica de la USB, sus inmensos y abundantes jardines.

La naturaleza sigue sin detenerse, es cierto. Las malezas que se podan hoy, crecen mañana. Pero la imagen que proporciona cuando está podado es suficiente pago para aquellos que aman a la Simón Bolívar.
Si el pasto vuelve a crecer en lugares no deseados, se vuelve a podar. Es una solución eficaz y placentera. Y se ha logrado gracias al gran número de voluntarios que se han unido. Ya no sólo eran estudiantes como al principio se pensó. Egresados, profesores, trabajadores administrativos y obreros también se han identificado y, con sus manos, contribuido al proyecto.
“Nunca imaginamos el impacto que podíamos tener. A pesar de que la vegetación vuelve a crecer, hemos concientizado a gran parte de la comunidad universitaria”. Dice Karla Escobar. Y Daniel Rangel también agrega: “Siento que este proyecto puede ser sostenible. Hay, y siempre habrá personas de la comunidad y/o egresados que se preocupan mucho por la USB”.
Sus repercusiones
Es que, incluso, ha tenido un impacto a nivel internacional. Ya que gran parte de los egresados, que hoy día residen en el exterior, al ver que alguien hacía algo por su alma mater, sintieron mucha alegría y quisieron colaborar. Han contribuido con ayudas monetarias, donaciones de herramientas y constante motivación.
Todas las donaciones recibidas ayudaron a cumplir los objetivos planteados de manera más eficiente. Además de proporcionar a todos los voluntarios un refrigerio durante las jornadas.
Esta iniciativa se caracteriza por brindar una experiencia placentera a todo aquel que asiste. En palabras de Katina Gómez, una de las organizadoras, la llena de “satisfacción y tranquilidad”. Y este sentimiento lo comparten todos, incluso yo, que también he participado. Un buen lugar, buena compañía y buena música mientras realizas una buena acción. ¿No sería placentero también para ti?
Se ha logrado mucho, sí. Pero no todo lo planeado. Ahora apuntan alto, hacia una meta soñada. Recuperar el emblemático Laberinto Cromovegetal.
Una gran meta: Salvar el Cromovegetal
El Laberinto Cromovegetal es una obra de Carlos Cruz-Diez que se ha convertido en el símbolo de la Universidad Simón Bolívar. Actualmente, es el único en el mundo. En los tiempos duros de la universidad, esta obra no ha podido escaparse de los escasos recursos provenientes del ínfimo presupuesto.
Su completo abandono ha provocado casi su total extinción. Entre sus 53.000 plantas, la mayoría han muerto y solo quedaban las macetas vacías.
En un inicio, cuando el proyecto estaba asentándose, parecía imposible su restablecimiento. Esta meta parecía algo inalcanzable, aún cuando fue una de las motivaciones principales cuando “Una mano por la Simón” estaba en etapa de germinación.
No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que la aparente imposibilidad se disolviera ante la solidez del proyecto. Todo estaba ya más plantado, Una mano por la Simón venía funcionando exitosamente durante meses. La cantidad de voluntarios aumentaba con constancia y, muchos de ellos iban de manera fija todas las semanas. No había porqué esperar más. Era momento de iniciar.
La comunidad en general, se animó mucho con la idea de ver el Cromo vegetal nuevamente en su esplendor. Todos los voluntarios están muy activos y decididos en cumplir esta meta. Por más de cuatro meses se ha trabajado y los cambios hechos son incontables.

“Recuperar el Cromovegetal es una meta que vemos muy clara, y para nosotros era algo imposible. Pero se está logrando gracias a todas las personas que están participando en las jornadas de recuperación”. Me comentaba Karla Escobar cuando le pregunté sobre esto.
Tenerlo otra vez con su resplandor original es la meta

Debido a que muchas plantas murieron por el descuido, se ha trabajado y se trabajará en resembrar las más de 30.000 plantas faltantes. Por supuesto que es un trabajo difícil y complejo. Pero gracias al apoyo de todos y, especialmente, al trabajo de la egresada en Biología Laryssa Ron, estos objetivos se lograrán en un futuro cercano.
Pero el equipo aún no está completo. Para alcanzar todas las metas hace falta que más voluntades se sumen.
Tú también puedes ayudar
Al comienzo, los únicos que tenían la oportunidad de ir a las jornadas, eran personas que pertenecieran a la comunidad USBista, pero eso cambió. Cualquier persona con intención de ayudar será siempre bienvenida.
Un gran número de personas externas ya se han sumado. Vecinos de la comunidad de Baruta, amigos o familiares de estudiantes y profesores. Incluso han asistido estudiantes de bachillerato que aspiran ingresar en la USB y también jóvenes ya admitidos que aún no inician clases.

Yo mismo certifico que será una gran experiencia formar parte de esta iniciativa.
“Participen y súmense, es una labor bastante gratificante. La Universidad les ha dado muchas cosas buenas a pesar de las adversidades, ahora necesita de nuestra ayuda. Vivirán una experiencia que les ayudará a ser mejores profesionales en el futuro”. Dice Daniel Rangel.
No pierdas la oportunidad de ayudar a la Universidad Simón Bolívar. Comunícate con nosotros y podrás hacerlo.